La magia de la literatura
Todos nos quedamos con la boca abierta cuando nos hacen un truco de magia. Después, le damos mil y una vueltas para tratar de adivinar qué es lo que ha ocurrido durante el tiempo que hemos estado inmersos en el juego del mago. Y por último, si no hemos logrado averiguar qué es lo que ha ocurrido, nos rendimos ante el hacedor del truco, que orgulloso espera con una sonrisa a que digamos, o al menos pensemos: solo ha podido ser magia.
Pues algo así me pasa cuando leo.

Me siento en la butaca, agarro el nuevo libro que me he comprado y lo abro. Antes de nada acerco mi nariz a sus páginas, cierro los ojos, respiro profundamente y dejo que el aroma que desprenden me embriague por unos instantes. Una vez he terminado de deleitarme con su olor, comienzo a hacerlo con sus palabras, sumergiéndome poco a poco en la historia con la ilusión de un niño que va a ver un espectáculo.

Mientras lo leo voy fundiéndome con sus hojas poco a poco y trasladándome a otros lugares: me encuentro volando por algún mundo fantástico a lomos de un dragón, o investigando una terrorífica casa a las afueras de un pueblo fantasma, o tratando de descubrir quién a cometido tal atroz asesinato. E inconscientemente ese «yo´´ que era hace unos instantes, ese que estaba sentado en la butaca del salón con un libro entre sus manos, con sus miedos, sus problemas, sus deseos…, simplemente desaparece. Y ahora soy Jonathan Harker, Holden Caulfield, Tom Ripley o quien quiera que haya decidido ser esta vez, porque puedo ser quien quiera ser, al menos durante el tiempo que decido dedicar a la lectura, que siempre suele ser más del que me había propuesto antes de comenzar.
Y así pasan las horas y al protagonista, y por consiguiente a mi, nos ocurren cientos de cosas, vivimos aventuras, nos enamoramos, nos enfadamos, sentimos alegría, tristeza, compasión, ira, miedo, angustia… Y así hasta que ya no queda ni una letra más que devorar.
Y entonces, una vez he puesto de nuevo los pies en la tierra cersiorándome de que vuelvo a estar sentado en mi salón y tras haberme recompuesto del viaje, pienso: ¿Cómo he podido vivir algo tan maravilloso sin haber salido del calor de mi hogar? ¿Cómo he podido experimentar todas esas sensaciones tan espectaculares sin siquiera haberme levantado del sofá? Le doy mil vueltas, quizás porque soy escritor y trato de hallar la fórmula para aplicarla a mis textos o quizás simplemente porque soy un cabezón que trata de buscar una explicación para todo. Pero el caso es que, a pesar de darle vueltas y más vueltas en mi cabeza, de buscar artículos por internet y de leer libros sobre el tema, no consigo descubrir con que clase de brujería me han hechizado durante todas las horas que he pasado con el tomo entre mis manos.
Es entonces cuando no me queda otra que decir:
–Solo a podido ser magia.
Y espero, que en algún lugar del mundo, a la persona que ha dedicado tanto tiempo y esfuerzo para darle vida a esa historia, y al que muchos llaman escritor, aunque yo prefiero llamar mago, se le escape una sonrisa, la misma con la que yo me he quedado tras finalizar su obra.

Toni Aglaya – 14/12/2021