El germen de las historias

Semilla

¿Dónde se esconden las historias? Muchas veces, sobre todo esos días en los que no encuentro esa idea que necesito para empezar a escribir algo nuevo, me hago esta misma pregunta.

Estoy frente al ordenador, casi golpeándome la cabeza con él, creyendo que así brotará esa idea que me urge. Pero cuán equivocado estoy. Porque por más que corren los minutos, y las horas, con la página en blanco frente a mí, intimidándome con su gélida mirada, nunca logró encontrar esa idea que tanto añoro.

Entonces es cuando me doy por vencido, apago el portátil y cierro la pantalla de mala gana, maldiciéndome por no haber logrado siquiera un bosquejo. Salgo a la terraza, respiro hondo, observo el paisaje durante unos minutos y así el cabreo parece desaparecer. Pero no. Tan solo se había camuflado tras la agradable brisa matutina, que ya no es tan agradable cuando recuerdo que tengo que escribir pero no sé el qué.

De nuevo malhumorado me quito el pijama, me visto con los colores más oscuros que encuentro en mi fondo de armario y me dispongo a salir a despejarme, pues sé que si me quedo en casa solo conseguiré volverme loco.

La calle tampoco parece calmarme, pues no mengua la codicia de ese preciado tesoro que llevo buscando desde que he despertado. Pero poco a poco e inconscientemente menguan esos recurrentes pensamientos y me dejo seducir por la ciudad.

Personas caminando con prisas para llegar a tiempo a donde solo ellos saben, otras lo hacen despacio mientras miran a su alrededor como tratando de capturar cada instante que los rodea. Una pareja camina de la mano, a él se le escapa una sonrisa y su amada, como si de un poder telepático se tratara parece presentir la dicha de su acompañante, lo mira y también sonríe. A mi también me contagian ese efecto. Justo se cruzan con otra pareja, pero de esta no emana el mismo aura, ambos miran hacia el suelo totalmente distanciados, aunque solo los separe un palmo de distancia. ¿Cuál será la causa de tal desconsuelo? Me pregunto. Continúo caminando y llego hasta la casa abandonada que se yergue al final de la calle, me mira con sus ojos apagados y me pregunto cuántos secretos esconderá ese rostro macabro, después me veo obligado a dejar de mirar por miedo a que alguna de sus ventanas revele algo que prefiriese no haber visto nunca. Esquivo la funesta vivienda por el camino de su derecha, que lleva hasta la cumbre de la colina desde donde puedo atisbar toda la ciudad.

Planta naciendo

Y la miro. La miro mientras todas las historias que en ella están teniendo lugar, y otras muchas que solo podrían existir en la imaginación, se derraman en mí. Y yo me lleno. Me lleno de algo que hace que mi creatividad se dispare, que cientos de historias revoloteen en mi cabeza pidiendo a gritos ser escritas y miles de personajes, ansiosos por nacer, imploran por que vuelva a casa y los exponga sobre la hoja en blanco.

Quizás esto sea eso que llaman inspiración.

Entonces corro sin mirar atrás, cruzo la casa del final de la calle sin olvidarme del miedo que me infundió hace unos instantes porque ahora sé que de ahí podría nacer una historia, aunque antes no hubiera sido capaz de verlo. Deshago todo el camino andado mientras posiblemente otro escritor me ve y se pregunta: ¿A dónde irá ese tan rápido? Y posiblemente de ello nazca un relato, o una novela.

Arbol

No paro de correr hasta que llego a mi casa, y sin quitarme siquiera los zapatos, me siento frente al portátil, lo enciendo y me pongo a escribir.

Tras varias horas, en las que el tiempo se ha detenido, el mundo físico ha desaparecido y mis dedos no han dejado de danzar sobre las teclas, termino de crear lo que solo es el boceto de la que sé que sera una gran narración. Y entonces, tras permitirme un momento de regocijo, reparo en que el germen de una historia, ese tesoro tan anhelado, en ocasiones puede estar oculto en algún lugar recóndito y otras veces lo tenemos justo enfrente aunque no sepamos verlo. Y comprendo que, sea donde sea que se encuentre, es nuestro deber, como escritores, hallarlo y ayudarlo a crecer hasta convertirse en el propósito de su existencia:

En una historia.

Toni Aglaya – 17/12/2021

¿Me ayudas a difundir? Gracias.

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